La muerte se convierte en el espejo de la personalidad

La muerte se convierte en el espejo de la personalidad

El sentido de la vida adquiere un valor especial cuando, precisamente, se abandona esta y solo queda el recuerdo y la memoria. Estimularla es posible. Los detalles marcan la diferencia.

 

 

“Roma vale la vida de un hombre bueno. Él era un soldado de Roma: ¡honoradlo!”. ¿Recuerdas esta frase tan penetrante? Haz memoria porque, precisamente, en estas líneas se cultiva y se trabaja la memoria, que es la que se queda después de hacer el traspaso ‘a la otra vida’.

 

Sentando cátedra, los romanos crearon escuela, glorificando a sus difuntos y agrandando las ceremonias fúnebres. Roma temía y veneraba en los muertos, a la vez. La civilización romana decidió honrar a personajes célebres a partir de la celebración de los Juegos Fúnebres, los orígenes de las batallas de los gladiadores, durante la República y el Imperio, encima la arena del anfiteatro. Pan y circo. Exactamente, Lucilla, la hija de Marco Aurelio, pronuncia estas palabras, a los pies del Coliseo romano, cuando Máximo se desploma en la arena. Honor y gloria. En la Roma de los emperadores, si la vida del susodicho había tenido sentido para el país, la muerte se tenía que dignificar. Estimular y sensibilizar el recuerdo, el paso de la vida y que se le ha aportado a esta. Ei, tú, reflexión, da un paso adelante. Empieza el juego de pensar:

 

¿Hacia dónde vamos? ¿Quiénes somos? Filosofía de vida. A menudo, el ser humano se cuestiona qué utilidad le ha prestado a este mundo, cómo ha sido de válida su vida para la sociedad que lo ha visto nacer, crecer y morir. Quizás, quien marcha tendría que quedarse con qué ha significado y supuesto para los suyos. Sin ningún orden establecido, corre por las calles este célebre dicho: plantar un árbol, tener una hija y escribir un libro equivale a haber cumplido con la vida. Afortunadamente, hay más acciones que enmarcan la trayectoria vital de las personas. Sin ir mucho más lejos, la bondad y el respeto suponen un recuerdo potente y cariñoso.

 

A raíz de esto, sobre el sentido de la vida, dice la psiquiatra Marian Rojas Estapé que “la felicidad depende del sentido que le damos a la vida”. Analiza cómo se trabaja para acercarse a este sentimiento tan idealizado, “es el equilibrio entre qué quiero yo conseguir y qué voy consiguiendo”. La “vendedora de felicidad”, según se autoproclama ella misma, explica que “la felicidad no se define, sino que se experimenta”. El hecho de centrarse en las pequeñas cosas puede llegar a saciar al ser humano, quien podría acabar muriendo en paz.

 

La vida ha sido trascendente y así se le quiere hacer saber a la misma. Ahora bien, ¿cómo reflejar que no solo hemos estado de paso? La muerte se convierte en el espejo de la personalidad del individuo. En plena investigación de este ego, el epitafio puede ser una buena muestra de la esencia de quien todavía está, de quien no ha marchado para siempre, de quien todavía permanece entre los suyos, en un círculo muy íntimo. Cerrar los ojos e imaginártelo.

 

Ciertos fenómenos, determinados escenarios y varios contextos invitan a escribir un final diferente y personal, porque la muerte es intransferible: una ceremonia inusual y particular, colores emblemáticos y que suene el ‘Viva la vida’, de Coldplay. La muerte tiene que acabar reconociendo a quién ha pasado por esta vida.

 

‘Lo mejor está por llegar’

Hablando de música... Suenan bellas notas en estos epitafios, que lo dicen todo, o bien dicen mucho. Son muy capaces de reflejar la esencia de quien ya no anda por el mundo de los vivos: ‘Lo mejor está por llegar’, de Frank Sinatra, o ‘amante de la vida y cantante de canciones’, de Freddie Mercury. Más lejos, cruzando el charco, descansa Michael Jackson, en California. En el funeral del Rey del Pop se grabó un lamento, ‘marchó demasiado pronto’.

 

Estos iconos de la música decidieron despedirse así. Después está el ‘Ok, me tengo que ir ahora’, más al límite, hasta tocar el punk rock de Dee Dee Ramone, del grupo Ramones. Es otra manera de decir hasta pronto. Todo vale. La originalidad se deja caer en estos hogares, donde se relativiza la tristeza y se esboza una sonrisa cuando se lee según qué cosa.

 

Los adioses comprenden diferentes estilos. Con un tono más humorístico se despidió el dramaturgo Miguel Miura, quién dejó por escrito esto, ‘ya decía yo que este médico no valía mucho’.

 

A modo de anécdota, se apagan los rumores de un falso epitafio, una simple y larga leyenda urbana. El adiós de Groucho Marx no refleja lo que se ha ido difundiendo todos estos años, el ‘perdone que no me levante’ no existe ni ha existido nunca.

 

Decir adiós, suponer un antes y un después y ser recordado por siempre jamás, los grandes retos de la humanidad. Todo un hito.

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