Un cuento de Navidad, los angelitos y la felicidad

Un cuento de Navidad, los angelitos y la felicidad

Si durante estas fiestas eres un salmón que nada a contracorriente, en ese pasaje encontrarás tu verdad. Que esta historia te ilumine.

 

 

Ahora que llega la Navidad, ahora que las fiestas se acercan, es una bonita ocasión para contar un cuento. Estas fechas tan señaladas nos ponen ecima de la mesa un buen plato de caldo con reflexiones y una infinidad de dulces, envuelta en buenos propósitos e intenciones sólidas. Este mediodía, que ilumina un señalado 25 de diciembre, proponemos disfrutar de una introspección a la catalana, con escudella. ¡Buen provecho!

 

Dice tal que así... Cuatro angelitos de Mataró, recién descendidos de las capillas de la Basílica de Santa Maria, de la Iglesia de Santa Anna, de la Parroquia Virgen María de la Esperanza y de la Iglesia Maria Auxiliadora, respectivamente, se reunieron alrededor de una mesa ya montada y dispuesta, con la intención de echarle un cable a la humanidad:

 

Con el mundo ya creado y las cosas establecidas en su lugar correspondiente, y con las luces encendidas en la calle, los cuatro angelitos se cuestionaban dónde colocarían la felicidad, la decisión más grande de todas... Porque un sentimiento tan sagrado y celestial debe protegerse y requiere un blindaje modélico.

 

El de Santa Maria sugirió que descansara en el cielo, pero los otros declinaron la propuesta porque “se inventarán los aviones y la encontrarán fácilmente”; el de Santa Anna creía que esconderla en el fondo del mar era una buena decisión, pero nada más lejos de la realidad, porque “los submarinos la localizarían rápidamente”; el de la Esperanza intuía que enterrarla bajo tierra era una opción excelente, aunque se rechazó la propuesta, puesto que las grúas y las excavadoras la desenterrarían pronto.

 

“Entonces, ¿qué hacemos?”, suspiraban preocupados. El de la Auxiliadora se iluminó y, finalmente, fue capaz de convencer a los demás: “Esconderemos la felicidad en el único lugar donde no mirarán, adentro suyo, en el interior de los seres humanos”. Dieron en el clavo. Narra la historia que la felicidad, ya muy bien escondida, yace en el interior de nuestro corazón, permanece con nosotros en forma de luz, y esta nunca se apaga.

 

Por lo tanto, hay que vivir y sentir Navidad como a uno le apetezca en esas mismas fechas. La felicidad es una decisión. Quizás, con resignación, en un momento puntual toca asumir una pérdida de manera excepcional. Quizás, la aceptación del fenómeno de ‘la silla vacía’ – las primeras fiestas navideñas sin aquel ser querido que se sentaba en la mesa –conduce a reencontrarse más tarde con la felicidad, que espera el mejor momento para aparecer. Siempre está allí, en aquel rinconcito profundo, esperando su momento.

 

Y para que no caiga en el olvido, es emocionante saber que sobre el pecho de la humanidad descansa una luz muy poderosa que nunca se apaga, la felicidad, que depende de un mismo. Así lo han querido los angelitos de este cuento.

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